A veces duele.
Más de lo normal.
Más de lo que te gustaría.
Y escuece, como las lágrimas que no puedes llorar. Y desgarra, como el grito que no puedes gritar.
Tiemblas, tu cuerpo entero tiembla y te replanteas tu vida ¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Por qué estoy pasando por esto?
Luego miras a tu alrededor y ves a la gente feliz, rodeada de otra gente feliz también, riéndose a carcajadas y vuelves a mirarte. Pensando qué estás haciendo mal, por qué tú no puedes estar así.
Y después la gente empieza a rodearte, pero tu vacío incrementa. Poco a poco, se hace más grande y duele. Mucho. Ni si quiera sabes porqué te sientes vacío, si es un conjunto de todo por lo que has pasado o qué.
Pero da igual, dejó de importar hace mucho -mucho- tiempo. Ahora... ahora sólo sabes que te sientes vacío.
Te sientes vacío y no te reconoces, ni si quiera al mirarte en tu propio reflejo.
Y la gente se ríe ¿Y sabes qué? Crees que se ríen de ti. Y duele, otra puñalada más.
Y al final no serás tú el que se mate (entre otros, porque no estás muerto. Pero tampoco estás vivo) serán ellos, tus demonios, sus risas, sus gritos aterradores en tu cabeza y desgarradores en tu garganta que no les dejan salir.
Y tú, finalmente, dejarás que el agua te ahogue entre sus olas, dejarás que el aire te asfixie, dejarás, que finalmente, poco a poco, tu corazón deje de latir (si es que aún no lo ha hecho)
lunes, 28 de octubre de 2013
miércoles, 23 de octubre de 2013
45.-
Va a ser verdad eso.
Que nadie sabe lo que siento.
O lo que pienso.
Y solo lo saben (o se hacen una idea) cuando escribo sobre algo acerca, similar o parecido a lo que siento.
Pero no creo que ni aún leyéndo estas líneas de mierda, sepan lo que siento. No creo que se hagan una mínima idea de lo que siento, porque jamás serían capaces de imaginar semejante dolor.
Como si te acuchillaran el pecho o te taparan la nariz dejándote sin respiración.
Como si te cortaran las venas y la sangre dejara de circular por tu interior.
Así me siento yo.
Incomprendida.
Sola.
Vacía.
Odio, mucho odio e impotencia. En cantidades industriales.
Y me siento mal, pero tranquilo, no es tu culpa, ni la de nadie. Sólo mía y es lo que me jode. Que sea yo la única culpable de hacer que me sienta así.
Ahora mismo, parece que mis recuerdos están borrosos entre tabaco y hojas sucias llenas de maquillaje negro que ha ido recorriendo mi cara hasta caer dónde intentaba escribir como me sentía ¿Y sabes que escribí? Nada. Porque si realmente quiero que entiendas como me siento, escribiría eso, nada.
Sería un folio en blanco lleno de pegotes negros, una cara con el maquillaje corrido y unos labios rojos. Una colilla en la calle abandonada y quemada con el resto del pintalabios o una canción de esas que dicen lo que tú no te atreves a decir.
También podría ser un folio arrugado, lleno de garabatos y un poco roto por la fuerza del boli.
También podría ser algo, pero el caso es que no soy nada.
Nada de lo que quiero ser, nada de lo que quise ser. Nada de lo que puedo ser, porque antes de llegar se me corta el aire, me paro y no puedo seguir. Me duele y me rindo.
Y empiezo otra vez y así siempre. Día tras día.
No sé como continuar y a veces, ni si quiera sé a dónde quiero llegar. Ojos rojos como estrellas y la garganta ardiendo. Pero después de tanto tiempo vagando sin saber una dirección, te cansas. No sabes que hacer, como seguir o qué dirección tomar.
No lo sabes.
Y te rindes.
Y un día, se hace definitivo "Me rindo, aquí llega mi fin. Mi destrucción"
Y a veces incluso duele menos, ya sabes. Sólo me duele cuando el corazón late.
Que nadie sabe lo que siento.
O lo que pienso.
Y solo lo saben (o se hacen una idea) cuando escribo sobre algo acerca, similar o parecido a lo que siento.
Pero no creo que ni aún leyéndo estas líneas de mierda, sepan lo que siento. No creo que se hagan una mínima idea de lo que siento, porque jamás serían capaces de imaginar semejante dolor.
Como si te acuchillaran el pecho o te taparan la nariz dejándote sin respiración.
Como si te cortaran las venas y la sangre dejara de circular por tu interior.
Así me siento yo.
Incomprendida.
Sola.
Vacía.
Odio, mucho odio e impotencia. En cantidades industriales.
Y me siento mal, pero tranquilo, no es tu culpa, ni la de nadie. Sólo mía y es lo que me jode. Que sea yo la única culpable de hacer que me sienta así.
Ahora mismo, parece que mis recuerdos están borrosos entre tabaco y hojas sucias llenas de maquillaje negro que ha ido recorriendo mi cara hasta caer dónde intentaba escribir como me sentía ¿Y sabes que escribí? Nada. Porque si realmente quiero que entiendas como me siento, escribiría eso, nada.
Sería un folio en blanco lleno de pegotes negros, una cara con el maquillaje corrido y unos labios rojos. Una colilla en la calle abandonada y quemada con el resto del pintalabios o una canción de esas que dicen lo que tú no te atreves a decir.
También podría ser un folio arrugado, lleno de garabatos y un poco roto por la fuerza del boli.
También podría ser algo, pero el caso es que no soy nada.
Nada de lo que quiero ser, nada de lo que quise ser. Nada de lo que puedo ser, porque antes de llegar se me corta el aire, me paro y no puedo seguir. Me duele y me rindo.
Y empiezo otra vez y así siempre. Día tras día.
No sé como continuar y a veces, ni si quiera sé a dónde quiero llegar. Ojos rojos como estrellas y la garganta ardiendo. Pero después de tanto tiempo vagando sin saber una dirección, te cansas. No sabes que hacer, como seguir o qué dirección tomar.
No lo sabes.
Y te rindes.
Y un día, se hace definitivo "Me rindo, aquí llega mi fin. Mi destrucción"
Y a veces incluso duele menos, ya sabes. Sólo me duele cuando el corazón late.
sábado, 19 de octubre de 2013
44.
Murmullos. Sólo oyes eso. Y una vez que corres, te
acostumbras a estar asustado. Por todo, por nada, por lo general. Porque sí.
Te da miedo todo, la felicidad, la tristeza, la gente, la
compañía, la soledad… no puedes con ello. Te da miedo la vida, te da miedo la
muerte, vives asustado de vivir y piensas en el miedo que tienes a la muerte.
Y duele. Pero llega un punto en el que casi, no lo notas. O
duele tanto que te acostumbras. Es un murmullo, de fondo, lejos, muy lejos en
tu cabeza, pero a veces grita. Grita y es como si alguien hubiera subido el
volumen al máximo y no lo puedes bajar. Y te mata, te destroza lentamente y
grita, grita y chilla como si tus demonios te estuvieran atormentando, pisas el
propio infierno y no te quemas, porque ya estás quemado. Y lo sientes,
realmente lo sientes y sientes no poder sentir lo que deberías sentir. Dolor.
No sientes eso porque ya estás acostumbrado. Y eso, duele más.
Y otra vez hay ruido, mucho más ruido. Y nunca dejas de
escucharlo. Nunca.
Vives en una pesadilla, pero nunca estás dormido. Vives en
vela, esperando que pase algo que nunca pasa, vives esperando a algo que jamás
vendrá.
Y poco a poco, las horas pasan, los días, las semanas y los
meses, haciéndose eterno y te preguntas mil veces diarias que cuando
conseguirás acabar con todo esto, con esas voces que gritan y te llevan a tu
propio infierno. Te planteas morir, ya que sabes que por fin, podrías descansar
pero nunca tendrás esa certeza y simplemente la fantaseas. Te planteas el fin,
el comienzo del fin y un nuevo comienzo. El dolor ya casi no se nota, solo te
derrumbas, como si alguien rompiera tus paredes y altos muros que has
construido a tu alrededor para evitar el exterior. Y de nuevo gritan.
Y te atormentan.
Y duelen.
Y a veces (siempre) tienes que vivir con ellos como si nada.
Como si sólo hubiera silencio. Como si sólo hubiera vacío.
Y crees que conoces la muerte, pero en realidad no. No hasta
que te enfrentas con ella, cara a cara y puedes tocarla con la yema de tus
dedos. Luego, se pone debajo de tus dedos y empieza a vivir dentro de ti, y te
acostumbras…
Pero no hay absolutamente nada que puedas hacer.
Nada.
¿Y sabes qué es lo peor? Que a nadie le importa si mueres,
porque ya estás muerto.
lunes, 7 de octubre de 2013
43.
Supongo que muchas veces no cuenta nada porque el dolor que siento, no se puede expresar con palabras. No me culpes, yo quiero contártelo, igual que te cuento todo lo demás, pero no puedo.
Lo intento, igual que intento rimar palabras y acaban sin sentido, igual que intento muchas cosas y fracaso. A veces, quiero soltarlo, gritarle al mundo lo que siento, pero me da la sensación de que una cuerda se atara a mi cuello, como si me fueran a ahorcar. Me da la sensación que me he tragado mil cuchillas y estas, me desgarran la garganta, pidiendo por favor que eso pare, pero nada para. Y todo avanza. Y al avanzar empeora.
Pero por mucho que me duela, pretendo que todo va bien. Y me río, y sonrío. Y hago bromas y digo gilipolleces, pero todo se termina cuando alguien pregunta cómo estás o qué te pasa. Pero la verdad es que no entienden que es difícil, que hay cosas tan grandes que las palabras no llegan, que pensar lo que te pasa, te destruye, que fingir estar bien, te cansa. Y te cansa tanto que no sigues, que no puedes seguir y no es que seas vago, es que no puedes moverte, no tienes fuerza y dejarías que la vida te arrastrara y te arroyará, te atropellara entre las agujas del reloj. No es que estés cansado, es que no tienes ni si quiera una motivación por la que seguir y ni si quiera el reloj de arena se resbala entre tus dedos y te preguntas una y otra y otra vez por qué te ha tenido que tocar vivir esta vida, por qué. Y no le encuentras una solución,no ves ninguna luz al final del túnel que te ayude a salir y por muchas manos a las que quieras aferrarte para levantarte, no puedes. Todo te pesa demasiado como para ser cogido por alguien.
No sé. Esto carecerá de sentirdo, porque como ya he dicho, no puedo ponerle palabras al "¿Cómo estás, Ana?"
Lo intento, igual que intento rimar palabras y acaban sin sentido, igual que intento muchas cosas y fracaso. A veces, quiero soltarlo, gritarle al mundo lo que siento, pero me da la sensación de que una cuerda se atara a mi cuello, como si me fueran a ahorcar. Me da la sensación que me he tragado mil cuchillas y estas, me desgarran la garganta, pidiendo por favor que eso pare, pero nada para. Y todo avanza. Y al avanzar empeora.
Pero por mucho que me duela, pretendo que todo va bien. Y me río, y sonrío. Y hago bromas y digo gilipolleces, pero todo se termina cuando alguien pregunta cómo estás o qué te pasa. Pero la verdad es que no entienden que es difícil, que hay cosas tan grandes que las palabras no llegan, que pensar lo que te pasa, te destruye, que fingir estar bien, te cansa. Y te cansa tanto que no sigues, que no puedes seguir y no es que seas vago, es que no puedes moverte, no tienes fuerza y dejarías que la vida te arrastrara y te arroyará, te atropellara entre las agujas del reloj. No es que estés cansado, es que no tienes ni si quiera una motivación por la que seguir y ni si quiera el reloj de arena se resbala entre tus dedos y te preguntas una y otra y otra vez por qué te ha tenido que tocar vivir esta vida, por qué. Y no le encuentras una solución,no ves ninguna luz al final del túnel que te ayude a salir y por muchas manos a las que quieras aferrarte para levantarte, no puedes. Todo te pesa demasiado como para ser cogido por alguien.
No sé. Esto carecerá de sentirdo, porque como ya he dicho, no puedo ponerle palabras al "¿Cómo estás, Ana?"
jueves, 3 de octubre de 2013
42.
La vida vuela.
Y los sentimientos pasan.
Y el tiempo corre.
Los cigarros se consumen en ceniza y el café se enfría. Los libros
se acaban y tu canción favorita se termina.
Pero tú no. Tú estás ahí. Como una espina clavada en mi cabeza, o
en mi corazón, no lo sé. Pero dueles, dueles tanto que a veces no siento nada
más. A veces me duele tanto que no siento absolutamente nada.
Tus recuerdos, tu sonrisa. Tu manera de preparar el café por la
mañana y el olor de tostadas con mantequilla. Tu manera de despertarme y
abrazarme hasta que pasaran las 12 y hasta que me durmiera las noches en las
que tenía pesadillas.
Eras tú. Mi todo. Mi mundo y un día... un día sin más, te fuiste.
Y te llevaste mi inocencia contigo, te llevaste mi corazón y arrasaste con todo
lo que había conocido hasta ese momento.
Y aquí estoy aún, después de tantos años, esperando. Y espero,
espero y sigo esperando. Quieta, en el sillón en el que te solías sentar,
viendo los programas que me tragaba por ti, viendo y haciendo todo aquello que
a ti te gustaba, como si me torturara a mí misma. Escucho los viejos CDs que te
dejaste en el desván y veo nuestras fotos, una y otra y otra vez. Nunca me
canso. Y siempre recuerdo, recuerdo hasta que siento que muero un poco más por
dentro.
Ahora he crecido y han pasado los años y mírame, sigo esperándote.
Ahora tomo café y también fumo, me recuerda a ti, supongo. Pero el problema, es
que ya no estás. Sigues sin venir y se me enfría el café, se me consumen las
cajetillas de tabaco y ya no me despiertas a diario, ni te espero hasta que me
duerma, ya no me das besos de buenas noches ni abrazos de buenos días. Tampoco
llamas, jamás, parece que te has olvidado de mí y de todo lo que pasó, todos
tus "te quiero" ya no están. También te los llevaste.
Muchas veces, miro el teléfono, esperando (siempre sin respuesta)
un mensaje tuyo. Una llamada. Una señal, algo. Lo que sea. Siempre queda esa
espina ahí guardada, muy muy dentro de mí, que sigue queriendo saber algo de
ti.
¿Sabes? Desde que te fuiste, no soy la misma. Me obligaste a
crecer y así lo hice, demasiado pronto, para el punto de vista de mamá y de
César, pero es lo que me tocó.
Te diré una cosa, la última. Echo de menos el olor de tu pipa los
domingos y el olor de la chimenea y madera quemada cuando íbamos a la
Sierra.
Ojalá desapareciera todo, ojalá se lo llevaran y volvieras tú.
Pero tu yo de antes. No el que eres ahora. El que me quería y me achuchaba
hasta que me durmiera, el que me quería, el que se preocupaba por mí... no sé.
Ojalá volvieras algún día y vieras que ya soy una mujer, como tú siempre
quisiste que fuera. Quisiste que creciera demasiado rápido y yo sólo era una
niña.
Pero vuelve, quiero que vuelvas, en el fondo (muy muy en el fondo)
lo necesito, te necesito y te necesito antes de que también se lleven lo único
que me queda. Las pocas ganas de vida que me quedan.
Porque me acuerdo que una vez me dijiste que la vida vuela.
Y los sentimientos pasan.
Y el tiempo corre. Corre y jamás vuelve, nunca regresa. Y en eso,
se parece a ti, porque nunca, jamás (y en el fondo lo supe desde el día que te
fuiste por esa puerta) vas a volver a mi lado.
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