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miércoles, 14 de enero de 2015

68.

Ya no sé si vivo o he muerto.
Ya no pasa el tiempo.
La monotonía de estas cuatro paredes blancas me consume a su vez que la rutina hace de mí un ser ambulante, perdido entre las calles y los rincones que mi mente, desconoce.
No me ubico.
Me pierdo.
¿Dónde estoy?
¿Quién soy?
¿Yo? ¿Tú?
¿Quién es?
No sé.
No soy yo.
No me reconozco.
No me reconozco y me pierdo.
Me hundo entre un mar de ideas y un tsunami de pensamientos, ahogada entre millones de palabras que mi mente no puede llegar a procesar.
¿Tú? ¿Yo? ¿Quién es? ¿Quién soy?
No lo sé.
No sé nada.
Y me pierde.
Me pierde no encontrarme y al encontrarme me pierdo.
¿Quién soy? ¿Quién seré? ¿Soy yo? ¿O eres tú?

martes, 28 de octubre de 2014

67.

Cierra y abre los ojos lentamente.
Poco a poco.
Silencio.
Y una melodía.
Un suave piano y los dedos que lo recorren sin pensar dos veces donde acariciar sus teclas.
Abre los ojos.
Abre los ojos y sonríe.
Sonríe y vuelve a cerrarlos.
Todo es muy lento.
Y la habitación se invade por aquella melodía que palpita entre las cuatro paredes.
Respira.
Respira hondo y sueña.
Sueña que está en otro sitio, que flota.
Que puede hacer lo que quiera.
Sin pensar en el tiempo que corre por sus dedos.
Y lo agarra.
En ese instante, no hay nada más que ella, cuatro pareces y una melodía.
Deja que las notas acaricien su piel de marfil, mientras recorre en sus pensamientos un lugar, desconocido, lleno de incertidumbre.
Deja que sus silencios, la lleven allá a dónde jamás a llegado a estar.
Cierra los ojos.
Y los abre.
Lentamente, sin dejar que el mundo exterior, invada su burbuja de calma.
Un silencio.
Y un do.
Una blanca, una corchea, una negra y un silencio.
Un silencio y ella.
Ella, y su silencio.

martes, 21 de octubre de 2014

65.

"Ya no sueño contigo"
Me quería convencer.
Me quería convencer de que no te echaba de menos.
Ni a ti.
Ni a tus labios.
Ni a tus manos.
"Ya no sueño contigo"
Me repetía una y otra vez.
Mentira.
Echo de menos tus labios.
Tus manos a media noche.
Tus besos borrachos.
Tus ojos azules y tus abrazos de madrugada.
"No, ya no pienso en él"
Falacias.
Palabras vacías y llenas de dolor.
Pero quería ser fuerte.
Aparentarlo al menos.
No sé si lo conseguía.
Pero quería seguir siendo yo
Y no podía
Porque me fui contigo mientras dijiste que nunca me dejarías.

domingo, 28 de septiembre de 2014

64.

Verle.
Una sorpresa.
Una maleta en el suelo.
Las manos en la boca.
Felicidad.
Correr, saltar, sonreír.
Dos beso.
Un abrazo.
Él.
Ella.
Una cama, una cerveza.
"¿Dónde coño están mis cuchillas? ¡Me tengo que afeitar!"
"Estás bien, idiota. La barba te queda bien" dijo ella.
Una noche.
Una plaza.
Un cigarro.
Tequila.
Fiesta.
Besos.
Y más besos.
Otro chupito.
Más cerveza.
Otra copa.
Y otra.
Las seis de la mañana.
"Mierda, tendría que estar en casa" dijo ella.
"Estás muy borracho" dijo él.
"Mentira" y le robó un beso.
Él sonrío.
Calles.
Amanecer.
"Deberías comer algo"
Pizza.
"No puedo con nada, perdedor" dijo ella.
Manos entrelazadas.
Palabras y más palabras.
Sonrisas.
Más besos.
"A la mierda la pizza, joder"
Y noche.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

63.

Apenas daban las dos de la mañana en aquel viejo reloj de pared.
En la mesa, un cenicero.
Un cenicero y cien colillas.
Cien colillas y ceniza.
Y un cigarro a medio acabar.
Humo.
Humo que se distinguía por su blanco espesor en la habitación oscura y el tocadiscos con una suave melodía de Yann Tiersen.
Unas manos nerviosas que movían los dedos chocando contra la mesa.
Unas uñas mordidas con el esmalte negro roto golpeando con angustia la mesa.
Impacientes.
Y una rodilla cerca de la cara de aquella chica, sentada en la butaca roja de la habitación, con la otra de sus piernas colgando, sin llegar al suelo, pensando, moviendo su cabeza despeinada al compás de aquella melodía de la banda sonora de "Amélie"
Dubitativa, dando largas caladas al cigarro.
Moviéndose, de vez en cuando, de un lado al otro del pequeño cuarto, iluminado por las pocas estrellas que lograba ver desde la ventana de su habitación, en un patio interior, de un alto edificio, en  medio de una gran ciudad.
Sin rumbo fijo.
Sin saber qué hacer.
Sin saber cómo continuar.
Y ahí estaba.
Ella, con su cigarro.
Intentando ver las pocas estrellas que se veían desde el pequeño cuarto, en el patio interior de un alto edificio en medio de una gran ciudad.
Y entonces, en ese momento, se dio cuenta.
Se dio cuenta de que ella, era una gota y el mundo, un océano.
Un océano sin descubrir.
Repleto de mares.
De seres maravillosos e historias impresionantes detrás de ellos.
Y aspiró de nuevo la nicotina de aquel cigarro.
Con estrellas en los ojos.
Se dio cuenta, en ese preciso instante, de la inmensidad que el océano, podía llegar a alcanzar.