Es una presión en el pecho, continua, molesta. Duele, duele como si me estuvieran dándo la paliza del siglo, duele como si estuvieran machacando mis huesos, uno a uno. Aunque eso es lo que están haciendo, eso es lo que me estoy haciendo. Poco a poco, dejo que esto me consuma, que haga conmigo lo que quiera, sumergiéndome en un abismo del que no puedo salir. No creo que pueda salir. A veces, estoy tan dentro, que confundo los gritos de mi cabeza con el grito desgarrador que necesita salir de mi garganta, pero no puede salir. Los gritos ahogados, son parecidos a un escalador, un escalador que no puede trepar, pero sigue intentándolo, desgarrando por mis cuerdas las cuchillas como si fuera el Everest.
A veces, veo tanta oscuridad, que no sé si estoy dormida, si es una pesadilla o simplemente es la rutina, la maldita rutina acechando otra vez, nuevamente, haciéndo que cada día odie más estar aquí.
Ojalá hubiera algún tipo de instrucciones o una guía que me ayudara a salir de esta mierda, porque al fin y al cabo, es eso. Mierda. Nadie sabe qué es, nadie se la puede imaginar. Duele, duele como tu recuerdo, duele como la vida misma, duele como si llevara una montaña atada a mi espalda. Es una carga, pesada, horrible. Y necesito acabar con ella, ya.