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domingo, 14 de abril de 2013

27.

Cientos de vueltas en la cama, miles de posturas diferentes. Me giraba una y otra vez a mirar el pequeño despertador, veía como los números cambiaban lentamente, más lento de lo normal. El puñetero tiempo, no pasaba. Todo estaba en silencio, menos mis pensamientos. Mi cabeza gritaba, haciéndo que me volviera loca, no podía con ella, necesitaba acabarlo. Me levanté  y empecé a dar vueltas por mi habitación, con la luz apagada, intentando parar los gritos de mi absurda conciencia. 'Joder, cállate, cállate ya, no puedo seguir así' pero se negaba a parar, seguía y seguía, no me hacía caso. Miré en el pasillo, todo tranquilo, nadie despierto. Rebusqué en la mesita de noche y cogí el tabaco, dejé el cigarro apoyarse entre mis labios, recordando el sabor de tus últimos besos y prometí que esa caja, también sería la última. Promesa que incumpliría, claramente. Abrí el ventanal y salí al balcón, la calle, vacía. Normal, eran las tres de la mañana. Colgué las piernas entre las rendijas de la balcón y lentamente, dejé que el tabaco inundara mis pulmones.
Notaba como una lágrima corría por mi rostro, después de aquella, miles de ellas. Llorando en silencio, en la noche oscura, dónde lo único que se podía ver, era la pequeña luz que desprendía mi cigarro cada vez que daba una calada. Inspiraba y expiraba, intentando relajarme, pero era imposible. Cada vez, mi cabeza me atormentaba más, me gritaba, me golpeada, haciéndome cada vez más débil. No podía seguir así. Me levanté y tiré la colilla por el balcón, viendo cómo terminaba de consumirse en un pequeño charco. Volví a coger otro y otra vez, el mismo proceso, hasta que terminé. ¿Cuál sería el siguiente paso a esos gritos? ¿Qué iba a pasar después? Notaba que me iba consumiendo, más rápido que el cigarro, más rápido que una noche en el polo cuando solamente hay sol, más rápido que el hielo dentro de un vaso de agua. Más rápido que las lágrimas recorriendo mi cara. ¿Qué iba a ser de mí, después de tantas noches así?

martes, 9 de abril de 2013

26.

Cierro los ojos, parpadeo, lentamente. Uno, dos, tres... cojo aire y suspiro. Miro el cenicero, sucio, viejo. El sexto en ese día, hacía tiempo que no fumaba, o por lo menos, que no fumaba tanto. Me animo y cojo nuevamente el paquete, dejando caer un nuevo cigarro entre mis labios, lo enciendo y doy una calada, noto como recorre el aire mis pulmones y toso. La vieja costumbre me había abandonado por completo, pero estaba cansada, tan cansada que había recurrido a ello nuevamente, sacando ese viejo paquete, que a saber cuantos meses llevaba escondido por el viejo apartamento. Cansada, me siento despacio, vuelvo a cerrar los ojos y vuelo. Dejo a mi mente correr, lejos, lejos de todo, de ti, de tus recuerdos. Después de todo, eres eso, una carga en mis recuerdos, como un puñal que duele, duele mucho.
Dicen, que el silencio, es el grito más fuerte de todos ¿pero cuándo parar ese grito? Me desgarra la garganta, me duele y hace un nudo insoportable, tan insoportable como tu recuerdo, tan insoportable como verte un segundo por la calle. Tan insoportable que hace que quiera acabar con todo. ¿Cuándo dejaré de sentir ese vacío? Ese impulso, ese odio que me empuja hacia el avismo ¿Cuándo? ¿Cuándo debería parar ese sufrimiento? O aún peor. ¿Cuándo debería de empezar a realmente, olvidarte?