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miércoles, 29 de enero de 2014

58.-

Me costaba dormir.
Me pesaban los párpados y puedo jurar, que hasta me costaba respirar.
Te necesitaba aquí.
Conmigo.
Tu olor o tus abrazos, yo qué sé.
Y no estabas, así que una vez más, la mejor solución era optar por tu jersey viejo que de tanto robártelo del armario se quedó en el mío.

Y con pelos de recién levantada y un recogido mal hecho, abrí la ventana y colgué de ella mis piernas, dejándolas al vacío de la noche y cerré los ojos.
Dejé que la adrenalina hiciera cosquillas por todo mi sistema nervioso, haciendo que las pulsaciones me fueran a mil por hora, igual que cuando te iba a ver y quedaban escasos 5 minutos para salir de casa y yo llegaba tarde y me ponía nerviosa y luego tú te reías y me decías que sin maquillar, estaba más guapa.
Y mentiría sino digo que pensé en saltar porque todo me sobrepasaba, pero decidí cambiar el rumbo y matarme de otra manera, quizás más dolorosa, quizás más lenta, quizás, una muerte estúpida, así que alcancé la cajetilla de emergencia y del silencio, se oyó la piedra del mechero y la luz naranja en la oscuridad de la noche.
Veía el humo blanco sobre el fondo negro y se oían mis sollozos en la lejanía.
Llovía en mi interior. Y por fuera.
El tiempo no me acompañaba hoy y la luna llena se escondía entre las nubes, iluminando de vez en cuando mi tex blanca, haciéndola aún más pálida, recorriendo con sus suaves manos llenas de nostalgia y niebla mi piel, como la nieve, fría y erizada, sumando otra vez la adrenalina de estar colgada al vacío desde un 5º piso.

Pero daba igual.
Porque al fin y al cabo estaba sola y eso, no iba a cambiar, porque lo único que nos queda son recuerdos de canciones viejas, jerseis impregnados de tu olor y lágrimas de despedida que nunca llegaran a verse fuera del reflejo de la luna una noche cualquier a las 3 de la mañana.
Porque somos eso, un puñado de recuerdos y lágrimas.
Canciones y letras.
Orgasmos fundidos en dos almas completamente diferentes, pero libres, tan libres que uno de nosotros siguió al Sol y el otro, paseaba en la cuerda floja de la Luna.

lunes, 20 de enero de 2014

57.

Tristeza.
Dicen que ese es el peor sentimiento que un ser humano puede experimentar, pero yo digo que es otro, otro completamente diferente, algo que, en ocasiones, incluso duele más, mucho más y otras, en cambio, hacen que no sepas ni como te sientes. 
¿Estaré feliz? ¿Estaré triste? ¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy así?

Vacío.

Ese sentimiento, es vacío.
Cuando estás tan triste que no puedes ni llorar, cuando no sabes si estás feliz, triste, quieres llorar o reir o qué narices pasa. 
Ni si quiera lo sé.
Ni si quiera sé expresar la presión de mi pecho contra mis costillas ni lo que me cuesta incluso respirar.
No sé cómo explicar que el corazón me va más lento y que ni si quiera un cigarro puede calmar este "dolor" porque algo bueno, no puede ser.

Vacío.
Vacío.
Vacío.

No hay nada más.

Vacío. 

domingo, 19 de enero de 2014

56.-

Me gusta comer sola.

Me gusta comer sola y tarde y algo improvisado.
Me gusta salir un martes por la tarde de un día frío.
Me gusta tomar café en una terraza de un bar repleto de gente y que me miren preguntándose si espero o no a alguien.
Me gusta sentarme en las plazas a escribir y fumar, ver pasar a la gente, contar los coches que pasan.
Me gusta.
Me gusta pasear sin escuchar música, me gusta ir a las librerías y mirar los libros.

Me gusta mirar las casas y viajar y trasladarme a otro mundo leyendo, viendo  pelis e imaginarme como será mi vida detro de unos años.
Me gusta ir por calles pequeñas, mirando las hojas caer y también me gusta cuando empieza a chispear y las gotas me caen sobre la nariz cuando miro hacia el cielo gris.

Me gusta ir en autobús y mirar por las ventanas, mirar a la gente, ver pasar los coches, recorrer las calles vacías una noche de invierno e intentar que mis manos, entren en calor. Me gusta soplar y formar baho en los días de invierno y pasear los días de otoño. Me gusta mirar a la gente disimuladamente y leer, descansar y perder el tiempo en cafeterías.
Aunque siempre he creído que si pierdes el tiempo en cosas que te gustan, no pierdes el tiempo.

Me gusta pensar, imaginar, sonreír o llorar, yo que sé. Pero tengo que hacerlo y solo puedo hacerlo sola, bebiendo café y paseando y leyendo y fumando o riendo.

Pero sola.

sábado, 11 de enero de 2014

55.-

Ella dijo que se iría, dijo que se llevaría todo lo que fuera suyo.
Y en efecto, se fue, se llevó todas sus cosas, todo aquello que era suyo.
Todo.
Se llevó todo.
Pero no me llevó a mí.
Y yo era suya.

Y ahora espero, espero y sigo aquí, quieta, esperando que algún día vuelva.
Pero el tiempo pasa.
Y el café se enfría.
El tabaco se termina, se consume y se apaga. Dejando las cenizas del cigarro igual que tú dejaste mis cenizas.
Mi canción favorita se termina y mi libro favorito se me hace repetitivo, los versos cansan y la letra se corre mientras las lágrimas mojan aquel verso, como hacíamos nosotras en las lluvias de diciembre.
No sé.
No sé qué pasa.
No sé qué cojones hago, tampoco sé por qué no vuelves.
¿Por qué no vuelves? ¿Qué nos pasó? ¿Por qué te fuiste?
¿Por qué?

Me abandonaste y me dejaste sola, contra el mundo, sola, con mis miedos. Sola con mis inseguridades.
En cambio, tú te fuiste, a otro lado, a compartir tu café con leche en otra boca y tu cuerpo con otra alma.
Y nada es igual, porque tú, tú te has ido y yo me he quedado estancada en el recuerdo de tus labios.
En un recuerdo que duele, duele y quema. Abrasa mi pecho y escuece en mis ojos.
Y muchas veces, las dagas sólo abren más las heridas y los pensamientos me hacen sentir como si fuera una homicida.

Pero tranquila, porque sé, perfectamente, que esto jamás lo leerás, aunque yo te escribo.
Todos los días.
Y te pienso, a todas horas.

jueves, 2 de enero de 2014

54.-

Volví a pensar en ti.
Y en tu manera de fumar.
Y en cómo me echabas el humo sólo para fastidiarme.
En nuestra "última canción" que resultaban ser 20 más.
También me acordé de cómo me quitabas toda la manta mientras dormíamos juntos y cómo yo, como de costumbre, me desvelaba y te miraba mientras dormías. Tú te movías y me abrazabas. Yo me reía y me acurrucaba entre tu cuerpo, volviendo a dormir.
Volví a pensar en ti y no me dolió.
No eché de menos tus estupideces, ni tu manera de andar por la calle o reírte de mí. No eché de menos la manera en la que te reías cuando yo me pedía un café y tú te pedías una cerveza.
Tampoco eché de menos nuestras despedidas de 30 minutos o nuestros encuentros de 5 minutos por la mañana.
No me dolió recordar tus juegos de niño pequeño (aunque créeme, si lo volvieras a hacer, te volvería a empujar y te gritaría, enfadada)

Y entonces, me encendí un cigarro, dándome cuenta de una cosa. Que ya no me molestaba que no estuvieras conmigo, ya no me dolía. No me dolía escuchar ese cd que me regalaste ni leer tus cartas con planes de futuro. No me dolía mirar a mi caja de tabaco y pensar "mierda, me ha vuelto a robar varios cigarros" no me dolió escuchar nuestra canción preferida ni me acordé de tus labios al beber un botellín de cerveza. Pude escuchar a Jack White sin que vinieras a mi cabeza y querer a Thom Yorke sin tener tu presencia.

Y ahora, es gracioso, porque te escribo esto a ti, pensando en lo que hacíamos, recordando todos los pequeños detalles mientras se consume el cigarro, con una sonrisa, pensando que me llevé mejores recuerdos que malos y oh, créeme, te quiero, te sigo queriendo, pero me alegra saber que ya, no te necesito para ser feliz y que tú, me enseñaste eso.