YayBlogger.com
BLOGGER TEMPLATES

domingo, 29 de septiembre de 2013

41.

Otro invierno más a solas con mi mente. Mis mofletes queman y voy por las calles medio abandonadas de esta ciudad llamada Madrid. Llueve, pero no pasa nada. No me importa. Ya no, incluso me gusta, le he cogido el gusto, porque es exactamente igual que yo, triste y nostálgico. Parece que el tiempo también necesita llorar.
El viento, mientras tanto, revuelve mi pelo, la luz de las farolas, tenue y ligera, me recuerda a esas noches de desvelo entre café, tabaco y libros. Parece que espero a algo, pero sé que jamás llegará, por qué tampoco sé que espero realmente.
Mientras escucho Creep, de Radiohead. No sé qué tendrá esa canción quizá su estribillo y la manera que tiene de describirme, quizá la manera de transmitir todo lo que siento en solamente 4 minutos, quizá porque también necesito control, por mucho que duela y necesito tener un cuerpo y alma perfectas (o eso creo, malditos prototipos de belleza) también puede ser que necesite que alguien note que no estoy y mi ausencia, mi risa, mi forma de hablar, que le falte. Pero soy un bicho raro. Y nada ni nadie, cambiará eso.
Y entonces, parece que todo está muerto, como mis sentimientos, como el tiempo en ese viejo reloj que siempre llevo sin pilas, pero da igual porque para mí no pasa y todos los días son iguales. Y entonces, a veces, cuando es muy de noche, siento que la noche susurra, que la luna brilla y las luces tapan a las estrellas.
Pero por mucho ruido o luz que haya, yo me sentiré así. Sóla, consumiendome, igual que los cigarros entre mis labios, la ceniza en el suelo y el humo del café en el aire.

martes, 24 de septiembre de 2013

40.

Cuentos de hadas. Menuda estupidez.
Como mujer, he crecido con ellos. La generación de 1990 y sus princesas Disney, con su príncipe azul, sus hadas madrinas, sus finales felices y su vida perfecta.
Desde pequeña, me han enseñado a que habrá alguien, no se sabe dónde, ahí para mí. ¿Pero quién? No sé...
Amor, amor, amor.
¿Qué es eso? Se supone que debería tener mariosas (o eso dice) pero yo tengo abejas asesinas y para colmo, parece que soy alérgica. Si me pongo a pensar, no creo que encuentre a ese "gran amor" del que todos hablan, soy insuficiente (incluso para mí lo soy)
Además, se supone que el amor nos tiene que salvar y en realidad, es lo que acaba matándonos. Nos mata poco a poco, poro a poro, despacio y lentamente. Nos mata de tristeza, nos quita ilusiones, perdemos la esperanza y para terminar, no queremos saber nada de nadie, ni del mundo.
Pero eso no es lo que me enseñaron, aunque supongo que eso es la vida. Un puñado sueños rotos e ilusiones cortadas, destrozadas por un demoledor martillo que pega cada segundo haciendo tu vida interminable.
Amor... amor... amor. Ya me gustaría a mí saber realmente qué es eso que todos llaman "amor"

sábado, 21 de septiembre de 2013

39.-

Podríamos hablar de noches frías. Y café. Y tabaco.
Podríamos hablar de nostalgia y recuerdos ¿Por qué no? O de dolor, y de tristeza. Todo a la vez.
Tick, tack, tick, tack. No te imaginas (ni quieres saberlo) la frustación que es oir el reloj y que para ti, el tiempo no pase. Qué estás congelado en un minuto. Que no se mueve. Todo el rato ahí, estancado. Y quieres moverte, pero no puedes. Estás congelado en el recuerdo, en el segundo, en el momento en el que todo pasó.
Mataría por mover la aguja del reloj, mataría por moverme a la vez que ellas, pero es díficil, tanto que siento como el tiempo se escapa entre mis manos. Siento que el tiempo corre, igual que un río hacia el mar o que vuela igual de rápido que un ágila hacia su presa (claro está, yo soy la presa, presa del tiempo, presa del tiempo que no pasa) Ojalá pudiera moverme al compás de un reloj, olvidar con facilidad y no recordar todo lo que recuerdo, porque siento que me matan, me acribillan como en las batallas de la Segunda Guerra Mundial, me matan, me destrozan, pero lo peor es que no llegan a morir. Siguen ahí, como yo, recordándome todos los días lo que pasó, arrancándome cada minuto de vida.
Mataría... mataría por olvidar y ojalá no recordar.

domingo, 8 de septiembre de 2013

38.

'Estoy borracho'
*escribiendo*
'Yo también'
*escribiendo*
'Te echo de menos'
*escribiendo*
'Vaya, qué casualidad, yo creo que más'
*escribiendo*
'¿Qué te hace pensar que tú me echas más de menos que yo a ti?'
*escribiendo*
'Fácil, yo pienso en hablarte hasta cuando no estoy borracha, pero nunca me atrevo'
*escribiendo*
'Yo me acuerdo de ti todos los días y de esos besos dónde sólo rozábamos nuestros labios, porque otra cosa no hacíamos. Jugábamos a ver quién era capaz de besar antes al otro y nunca nos llegábamos a besar, sólo medios picos -dices entre risas, probablemente con el cubata en una mano y un cigarro en la otra, cómo te conozco.- recuerdo esa tarde en la que te sentaste encima mía a llorar y acabaste mordiéndome en el cuello o cuando empezaba a besarte yo porque según tú odias los besos en el cuello, pero tu cara no decía lo mismo.'
Y ahí es cuando yo sonrío y paro a reírme, entre algunas lágrimas, no sé si de felicidad, pena o qué. Pero acabo llorando. Porque yo no siempre estaba borracha cuando habláramos (y aunque lo estuviera, te recordaba, te recuerdo y lo peor, es que te necesito) y los recuerdos entonces, me dolían más. Duele volver a esos días en los que nos veíamos a todas horas y estábamos en el tira y afloja, duele que todo el mundo creyera que estábamos juntos y lo que decían de 'Joder, has conseguido que ella sea feliz' ¿Pero sabes que duele más? me duele mucho más ser tan idiota de volver, de volver a ti y a tus brazos, a ti y a nuestras conversaciones, a ti y a nuestras tardes y recuerdos y a esos lugares dónde nos quedabamos como si realmente estuvieramos enamorados. Aún me acuerdo de tu sonrisa al verme por primera vez con el pelo corto y después, cuando volví a cortármelo. Aún recuerdo como me reconociste sólo por lo que te habían contado de mí aunque nunca nos habíamos visto en persona y lo pesado que te pusiste para que quedara un día contigo a solas. Aún recuerdo como me cogías cada vez que nos veíamos, aún recuerdo... recuerdo todo. Y es lo que me duele. 
¿Por qué ahora que somos?
Lo único que somos es cobardes, nos separamos, no quisimos nada (aunque lo queríamos todo) y ahora... ahora somos las confesiones de las noches de nostalgia y borracheras.

sábado, 7 de septiembre de 2013

37.-

Subo la mirada y sigue ahí. La taza de café frío entre mis labios, entre mis manos. El cigarro en el pobre y viejo cenicero que me regalaron, de Suiza, creo. No me acuerdo. No lo sé. Aunque en realidad ya no es ni cigarro, es ceniza, un cigarro que nunca llego a mis labios más de tres veces, aunque como de costumbre, entre caladas largas. Caladas largas y sorbos de café fríos, igual que tus labios, igual que tus besos, igual que tus abrazos cuando te fuiste o igual que ese lado inhabitado de mi cama en el que solías estar todas las tardes. Creía que eras el único, el adecuado para mí. Contigo era capaz de hacer de los silencios lo más agradable que podía llegar a ser algo tan incómodo y vacío como el silencio. Contigo era capaz de pararme a leer mientras tú tocabas el bajo o la guitarra acústica, ay, cómo me gustaban esas tardes (y como las echo de menos...) ¿Pero ahora qué? En tu lugar hay una almohada, por lo menos, sirve para abrazarme a ella y también, en acasiones nostálgicas cuando el tabaco y el papel me fallan, para llorar. ¿Sabes? Aún hay cajas vacías, como si habláramos de nuestros recuerdos, ahora escasos, porque duelen como puñales.
Y estoy aquí, como siempre, bueno, esta vez sin moño, ni con mechones castaños recorriendo mi cara revoltosos sin agarrarse en el moño, miento, no es igual, no estás tú, ni tu cigarro en mi cenicero, ni tu taza de café caliente cargado con 2 cucharadas de azúcar o un hielo en verano.
Tampoco suena ese CD que me regalaste con una mezcla entre Alabama Shakes, The White Stripes, The Kills, Amy Winehouse o Artic Monkeys entre otros.
Ahora suena Submarine, ya sabes lo que me gusta el libro, y la película, aunque ya no la veo. Me recuerda a ti.
Igual que todo.