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sábado, 21 de septiembre de 2013

39.-

Podríamos hablar de noches frías. Y café. Y tabaco.
Podríamos hablar de nostalgia y recuerdos ¿Por qué no? O de dolor, y de tristeza. Todo a la vez.
Tick, tack, tick, tack. No te imaginas (ni quieres saberlo) la frustación que es oir el reloj y que para ti, el tiempo no pase. Qué estás congelado en un minuto. Que no se mueve. Todo el rato ahí, estancado. Y quieres moverte, pero no puedes. Estás congelado en el recuerdo, en el segundo, en el momento en el que todo pasó.
Mataría por mover la aguja del reloj, mataría por moverme a la vez que ellas, pero es díficil, tanto que siento como el tiempo se escapa entre mis manos. Siento que el tiempo corre, igual que un río hacia el mar o que vuela igual de rápido que un ágila hacia su presa (claro está, yo soy la presa, presa del tiempo, presa del tiempo que no pasa) Ojalá pudiera moverme al compás de un reloj, olvidar con facilidad y no recordar todo lo que recuerdo, porque siento que me matan, me acribillan como en las batallas de la Segunda Guerra Mundial, me matan, me destrozan, pero lo peor es que no llegan a morir. Siguen ahí, como yo, recordándome todos los días lo que pasó, arrancándome cada minuto de vida.
Mataría... mataría por olvidar y ojalá no recordar.