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domingo, 18 de enero de 2015

69.

Y nos sentamos ahí.
Fumando.
Viendo como las estrellas fugaces recorrían en segundos el cielo y el parque de atracciones iluminaba la ciudad a lo lejos.
Viendo como las farolas encendían la ciudad vacía y nos llenaban a nosotros poco a poco.
Y nos sentamos ahí.
Pensando, quizás recordando, que a lo mejor, el mundo era merecedor y no tan desagradable.
Que quizás, había un poco de amor entre tanto infierno y un poco de bondad en nuestros corazones y almas negras y apáticas.
Y estábamos ahí sentamos.
Con los pies en el vacío.
En el límite de nuestra existencia tentando nuestra supervivencia.
Pero estábamos ahí.
Contemplando las pocas estrellas que el cielo iluminado de Madrid te puede dar todas las noches a ver.
Solamente observando el infinito vacío, o lleno, tampoco lo sé con exactitud.
Y nos dimos cuenta de que no era todo tan malo como nuestra joven experiencia nos había enseñado. Y nos fijamos en que no todo es tan cruel, ni tan  horrible ni tan feo como dicen.
Nos dimos cuenta mientras observábamos a través del humo del cigarro aquellas luces fugaces en el infinito cielo, que quizás, y sólo quizás, podríamos hacer algo por aquel infinito tan finito para nosotros..
Y estábamos ahí.
Con los pies en el vacío.
Tentando al abismo y jugando con la vida.
Fumando, consumiéndonos, pensando.
Que quizá, y sólo quizá, no todo era tan malo, ni tan bueno, como todos nos prometían y decían.