Un trago, y después otro, y otro más. Un chupito. Un
cigarro. Expulso el aire y me apoyo en la encimera de mi cocina. Vuelvo a
llenar el vaso, bebo, trago, aspiro y expulso el humo. Y así repetidas veces,
repetidas veces como todo, como los recuerdos, como las lágrimas ‘joder, hijas
de puta ¿Alguna vez dejaréis de caer de mis ojos? ¿Podéis parar?’ era mi
pensamiento principal todo el día, a todas horas. Siempre el mismo.
El odio, la ira, la mierda aumentaba y con aquellos
sentimientos las ganas de acabar con todo. Con tu recuerdo, con mi pensamiento,
con mi memoria, con mi cabeza… todo. ¿Sabes lo único que acababa? Yo. Acababa
yo. Por esa puta mierda de memoria, irónico. Quiero olvidar algo y lo recuerdo
y viceversa.
Joder, estoy harta. Que ya no soy la misma, no soy esa
que conociste ni esa de la que hablabas tan bien. No soy esa de tus recuerdos
ni esa que el resto del mundo conocía. Soy esa chica que de vez en cuando
estaba triste, o se dejaba ver triste, mejor dicho, porque triste estaba
siempre. Soy esa 24 horas al día. 7 días a la semana. Fingiendo 365 días al
año. ¿No te lo esperabas, verdad? Tranquilo, yo tampoco me esperaba el fin de
esta manera.