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jueves, 16 de mayo de 2013

29.-

Tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac. El sonido del reloj de pared, colgado encima de la puerta, no cesaba. A ella no le molestaba aquel ruido, tan insoportable para otras personas. A ella, le gustaba, le calmaba, le hacía sentirse viva. Porque eso era, estaba viva. Movía sus brazos en el aire, medio desnuda, con un cigarro entre los dientes, con humo en su interior y al ritmo de una canción que sonaba en la radio, larga y lenta, muy lenta. Justo como a ella le gustaba. Canciones lentas, cafés con leche, humo saliendo del cenicero, vaho empañando los cristales y días grises. Porque así era. Ella, no estaba hecha para otra cosa que no fueran camas deshechas y cuartos desordenados. Tal y como eran sus pensamientos. Tic, tac, tic, tac, tic, tac. Presión en el pecho, vueltas sobre ella misma, no sabía que estaba más desordenado en ese momento, si sus pensamientos, ella o su habitación.