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lunes, 27 de mayo de 2013

31.-

Suspiro, muevo el cuello, de un lado a otro, haciendo que cruja. Las altas horas de la madrugada de ese sábado frío, no me importaban, estaba cansada, pero no podía dormir. Alcancé la botella de Jim Beam que guardaba en la mesita y tomé un trago, dejando que el alcohol del viejo Whisky quemara en mi garganta. Con una simple camiseta ancha, cortada por el cuello en la que se revelaba mi hombro, salí al balcón, pesé al manto de lluvia que caía, con la botella en la mano, sin abandonarla ni un segundo. Me subí en la ancha piedra de la barandilla y dejé que una de mis piernas colgaran al vacío. Suspiro, cierro los ojos, apoyo mi cabeza contra la fría pared y vuelvo a beber. Trago tras trago, recuerdo tras recuerdo, todo se perdía. Tanto la felicidad, como el dolor. Estaba en pausa, completamente, no sentía nada y eso, me aliviava. Aunque a veces, voces gritaban y chocaban contra mi cabeza. Mi puta cabeza. Reí para mis adentros y volví a tomar. Qué ironía, lo que pensé un día que siempre estaría a mi lado, ahora, era lo que menos deseaba tener, el 'ojalá nunca te hubiera conocido' Debería tener un poco más de confianza, sí, seguro que era eso.
Pero ya no puedo más, no, por lo menos no entre estas cuatro paredes. Corazón en garganta, sentimientos a flor de piel. Entonces... ¿Qué pasa entonces?