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sábado, 19 de octubre de 2013

44.

Murmullos. Sólo oyes eso. Y una vez que corres, te acostumbras a estar asustado. Por todo, por nada, por lo general. Porque sí.
Te da miedo todo, la felicidad, la tristeza, la gente, la compañía, la soledad… no puedes con ello. Te da miedo la vida, te da miedo la muerte, vives asustado de vivir y piensas en el miedo que tienes a la muerte.
Y duele. Pero llega un punto en el que casi, no lo notas. O duele tanto que te acostumbras. Es un murmullo, de fondo, lejos, muy lejos en tu cabeza, pero a veces grita. Grita y es como si alguien hubiera subido el volumen al máximo y no lo puedes bajar. Y te mata, te destroza lentamente y grita, grita y chilla como si tus demonios te estuvieran atormentando, pisas el propio infierno y no te quemas, porque ya estás quemado. Y lo sientes, realmente lo sientes y sientes no poder sentir lo que deberías sentir. Dolor. No sientes eso porque ya estás acostumbrado. Y eso, duele más.
Y otra vez hay ruido, mucho más ruido. Y nunca dejas de escucharlo. Nunca.
Vives en una pesadilla, pero nunca estás dormido. Vives en vela, esperando que pase algo que nunca pasa, vives esperando a algo que jamás vendrá.
Y poco a poco, las horas pasan, los días, las semanas y los meses, haciéndose eterno y te preguntas mil veces diarias que cuando conseguirás acabar con todo esto, con esas voces que gritan y te llevan a tu propio infierno. Te planteas morir, ya que sabes que por fin, podrías descansar pero nunca tendrás esa certeza y simplemente la fantaseas. Te planteas el fin, el comienzo del fin y un nuevo comienzo. El dolor ya casi no se nota, solo te derrumbas, como si alguien rompiera tus paredes y altos muros que has construido a tu alrededor para evitar el exterior. Y de nuevo gritan.
Y te atormentan.
Y duelen.
Y a veces (siempre) tienes que vivir con ellos como si nada. Como si sólo hubiera silencio. Como si sólo hubiera vacío.
Y crees que conoces la muerte, pero en realidad no. No hasta que te enfrentas con ella, cara a cara y puedes tocarla con la yema de tus dedos. Luego, se pone debajo de tus dedos y empieza a vivir dentro de ti, y te acostumbras…
Pero no hay absolutamente nada que puedas hacer.
Nada.

¿Y sabes qué es lo peor? Que a nadie le importa si mueres, porque ya estás muerto.