YayBlogger.com
BLOGGER TEMPLATES

jueves, 3 de octubre de 2013

42.

La vida vuela.
Y los sentimientos pasan.
Y el tiempo corre.
Los cigarros se consumen en ceniza y el café se enfría. Los libros se acaban y tu canción favorita se termina.
Pero tú no. Tú estás ahí. Como una espina clavada en mi cabeza, o en mi corazón, no lo sé. Pero dueles, dueles tanto que a veces no siento nada más. A veces me duele tanto que no siento absolutamente nada.
Tus recuerdos, tu sonrisa. Tu manera de preparar el café por la mañana y el olor de tostadas con mantequilla. Tu manera de despertarme y abrazarme hasta que pasaran las 12 y hasta que me durmiera las noches en las que tenía pesadillas. 
Eras tú. Mi todo. Mi mundo y un día... un día sin más, te fuiste. Y te llevaste mi inocencia contigo, te llevaste mi corazón y arrasaste con todo lo que había conocido hasta ese momento.
Y aquí estoy aún, después de tantos años, esperando. Y espero, espero y sigo esperando. Quieta, en el sillón en el que te solías sentar, viendo los programas que me tragaba por ti, viendo y haciendo todo aquello que a ti te gustaba, como si me torturara a mí misma. Escucho los viejos CDs que te dejaste en el desván y veo nuestras fotos, una y otra y otra vez. Nunca me canso. Y siempre recuerdo, recuerdo hasta que siento que muero un poco más por dentro. 
Ahora he crecido y han pasado los años y mírame, sigo esperándote. Ahora tomo café y también fumo, me recuerda a ti, supongo. Pero el problema, es que ya no estás. Sigues sin venir y se me enfría el café, se me consumen las cajetillas de tabaco y ya no me despiertas a diario, ni te espero hasta que me duerma, ya no me das besos de buenas noches ni abrazos de buenos días. Tampoco llamas, jamás, parece que te has olvidado de mí y de todo lo que pasó, todos tus "te quiero" ya no están. También te los llevaste. 
Muchas veces, miro el teléfono, esperando (siempre sin respuesta) un mensaje tuyo. Una llamada. Una señal, algo. Lo que sea. Siempre queda esa espina ahí guardada, muy muy dentro de mí, que sigue queriendo saber algo de ti. 
¿Sabes? Desde que te fuiste, no soy la misma. Me obligaste a crecer y así lo hice, demasiado pronto, para el punto de vista de mamá y de César, pero es lo que me tocó. 
Te diré una cosa, la última. Echo de menos el olor de tu pipa los domingos y el olor de la chimenea y madera quemada cuando íbamos a la Sierra. 
Ojalá desapareciera todo, ojalá se lo llevaran y volvieras tú. Pero tu yo de antes. No el que eres ahora. El que me quería y me achuchaba hasta que me durmiera, el que me quería, el que se preocupaba por mí... no sé. Ojalá volvieras algún día y vieras que ya soy una mujer, como tú siempre quisiste que fuera. Quisiste que creciera demasiado rápido y yo sólo era una niña. 
Pero vuelve, quiero que vuelvas, en el fondo (muy muy en el fondo) lo necesito, te necesito y te necesito antes de que también se lleven lo único que me queda. Las pocas ganas de vida que me quedan.
Porque me acuerdo que una vez me dijiste que la vida vuela. 
Y los sentimientos pasan.

Y el tiempo corre. Corre y jamás vuelve, nunca regresa. Y en eso, se parece a ti, porque nunca, jamás (y en el fondo lo supe desde el día que te fuiste por esa puerta) vas a volver a mi lado.